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jueves, 10 de octubre de 2013

construcción de las piramides de Egipto



Las pirámides del mundo constituyen las estructuras más impresionantes e interesantes de la antigüedad. Estos fascinantes sólidos geométricos, de base cuadrada y de cuatro caras de triángulos equiláteros, existen en diversas partes del mundo, en distintos tamaños y con diferentes complejidades. Las hay tanto en América Central como en Grecia, en China o en Egipto, siendo en este último lugar en donde se encuentran algunas de las más complejas y asombrosas.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Como muere o desaparece la dinastia Egipcia

Período helenístico de Egipto

Período helenístico (o alejandrino) es un término acuñado a mediados del siglo XIX por el historiador alemán Johann Gustav Droysen para designar el período histórico comprendido entre la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) y la de Cleopatra y Marco Antonio tras su derrota en la Batalla de Accio (30 a. C.).
El ámbito geográfico en el que se desarrolló el período helenístico comprende el extenso territorio conquistado por Alejandro Magno, que a su muerte se fragmentó en diversas entidades políticas regidas por dinastías de origen griego o macedónico.
En el Antiguo Egipto, en esta etapa histórica, que sucede al llamado Periodo tardío, reinaron dos dinastías de origen helénico: la Macedónica (332 a. C. a 309 a. C.) y la Ptolemaica (305 a. C. a 30 a. C.)


Algunos historiadores denominan período Greco-romano de Egipto a la época que transcurre desde la entrada de Alejandro Magno en el país hasta las últimas fases de la dominación romana de Egipto, que concluye tras la muerte de Teodosio I el Grande.

Alejandro Magno

(Alejandro III) Rey de Macedonia (Pella, Macedonia, 356 - Babilonia, 323 a. C.). Sucedió muy joven a su padre, Filipo II, asesinado en el 336 a. C. Éste le había preparado para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual.

Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.






Con un ejército pequeño (unos 30.000 infantes y 5.000 jinetes), Alejandro Magno se impuso invariablemente sobre sus enemigos, merced a su excelente organización y adiestramiento, así como al valor y al genio estratégico que demostró; las innovaciones militares introducidas por Filipo (como la táctica de la línea oblicua) suministraban ventajas adicionales.

Alejandro recorrió victorioso el Asia Menor (batalla de Gránico, 334), Siria (Issos, 333), Fenicia (asedio de Tiro, 332), Egipto y Mesopotamia (Gaugamela, 331), hasta tomar las capitales persas de Susa (331) y Persépolis (330). Asesinado Darío III, el último emperador Aqueménida, por uno de sus sátrapas (Bessos) para evitar que se rindiera, éste continuó la resistencia contra Alejandro en el Irán oriental.

Una vez conquistada la capital de los persas, Alejandro licenció a las tropas griegas que le habían acompañado durante la campaña y se hizo proclamar emperador ocupando el puesto de los Aqueménidas. Enseguida lanzó nuevas campañas de conquista hacia el este: derrotó y dio muerte a Bessos y sometió Partia, Aria, Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana. Dueño del Asia central y del actual Afganistán, se lanzó a conquistar la India (327-325), albergando ya un proyecto de dominación mundial. Aunque incorporó la parte occidental de la India (vasallaje del rey Poros), hubo de renunciar a continuar avanzando hacia el este por el amotinamiento de sus tropas, agotadas por tan larga sucesión de conquistas y batallas.

Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis (año 324). Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la «boda de Oriente con Occidente» (matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas) y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III.




Egipto Ptolemaico

Alejandro hubo de decidir entonces entre dirigirse al centro del Imperio persa o proseguir hacia el sur. Parece ser que una delegación de notables egipcios le pidió que les liberara del yugo persa, y esto le decantó por la segunda opción. La siguiente victoria en Gaza (332 a. C.), ciudad rebelde como Tiro, le abrió las puertas de la hasta entonces satrapía persa de Egipto.
Entró en Menfis aclamado como un libertador, pues la última dominación persa fue para los egipcios sumamente represiva y sacrílega. Alejandro quiso mantener esta primera impresión favorable, que además le convenía, y respetó la religión y costumbres locales. Fue proclamado faraón, lo que le confería rango de divinidad de acuerdo con la tradición egipcia.
En el oeste del delta del Nilo, junto a un poblado llamado Rakotis, mandó construir la futura ciudad de Alejandría, proyectada por Dinócrates de Rodas siguiendo el modelo de trazado en cuadrícula clásico griego. Esta ciudad acabó teniendo gran importancia política y económica en Egipto y el Mediterráneo oriental, pues asumió las funciones comerciales de Naucratis y la destruida Tiro y su situación costera hizo de ella un punto clave de las rutas mercantiles marítimas.

A continuación Alejandro viajó al oasis de Siwa para realizar su consagración como faraón, siguiendo los tradicionales rituales egipcios en un templo de Amón. Este dios se identificó con Zeus, consolidando una equiparación que hicieron los griegos por primera vez durante la Dinastía XI.
Tras regresar de Siwa Alejandro permaneció en Menfis hasta 331 a. C. organizando administrativamente Egipto. Puso a egipcios nativos en la mayoría de cargos políticos pero a un griego, Cleómenes de Naucratis, al frente de las finanzas. Después partió a la conquista del resto del Imperio persa. Ya nunca regresaría a Egipto.

Cleómenes, quien teóricamente sólo era un nomarca, en la práctica fue el auténtico gobernante de Egipto, pues tenía facultad para imponer y recaudar impuestos en todos los nomos del país. A pesar de que se le acusó de excesiva rapacidad, Egipto prosperó durante su gobierno, teniendo en cuenta la desastrosa situación del país bajo el anterior dominio persa. Además, fue nombrado expresamente por Alejandro responsable de la edificación de Alejandría, ciudad que creció rápidamente en detrimento de las antiguas capitales Menfis y Tebas.

Alejandro murió en 323 a. C. sin herederos directos. Desde entonces hasta 305 a. C. distintos territorios del Imperio fueron gobernados en calidad de sátrapas por sus generales (los llamados diádocos), que durante este tiempo mantuvieron diversos enfrentamientos territoriales y políticos entre ellos. Mientras tanto existía una unidad (tan sólo nominal) del Imperio bajo Filipo III Arrideo (hermanastro de Alejandro) y Alejandro IV (hijo póstumo de Alejandro y Roxana).
Pérdicas efectuó el primer reparto del Imperio entre los diádocos en 323 a. C. A Ptolomeo, el hijo de un noble macedonio llamado Lago, le correspondió Egipto, y allá llevó el cuerpo de Alejandro para momificarlo.

Primero como gobernador y después como rey, Ptolomeo rigió Egipto hasta su muerte, y tras ella todos sus sucesores varones en el trono adoptaron también el nombre de Ptolomeo. Por ello esta dinastía fundada por él, la última del Egipto independiente, se conoce como Ptolemaica o Lágida (por el apellido patronímico de Ptolomeo).

Ptolomeo I

Ptolomeo I A partir de 322 tuvieron lugar las llamadas Guerras de los diádocos (322–320 a. C.; 319–315 a. C.; 314–311 a. C. y 308–301 a. C.), un elemento fundamental de la política exterior que Ptolomeo hubo de afrontar desde su llegada al gobierno de Egipto. Fue el más prudente de los diádocos, y comprendió enseguida, al contrario que sus rivales, que hacerse con todo el Imperio era imposible, y se concentró en consolidar y asegurar los territorios que ya tenía bajo su mando como gobernador, y luego en reforzar su defensa tomando el control de áreas adyacentes por las que se pudiera acceder a ellos. Objetivos que consiguió finalmente. En 322 rechazó una invasión de Pérdicas. Derrotó a Antígono el tuerto, primero en Gaza (312) y finalmente en Ipso (301 a. C.), batalla esta que puso fin a las Guerras de los Diádocos. Hacia el final de su reinado controlaba Chipre y Cirene, tenía numerosos intereses e influencias en el Egeo, y disputaba Palestina a sus rivales.
Ptolomeo se proclamó faraón en 305 a. C. y como tal heredó la condición de divinidad que tenía Alejandro. Aun siendo reyes de los egipcios, él y sus sucesores necesitaron de los griegos para la administración y el ejército. Por otra parte se mantuvieron las tradicionales costumbres religiosas egipcias, de gran importancia social. Las culturas helénica y egipcia conservaron sus características y zonas de predominio propias, pero a la vez se influyeron mutuamente.

El monarca dotó a Alejandría de un régimen político autonómico, mandó edificar en ella la Biblioteca y se inició la construcción de su Faro. La ciudad se pobló con un gran número de habitantes venidos de Judea y de griegos de diversos puntos de la Hélade.
En el resto de Egipto, Ptolomeo se sirvió de la ya existente y bien organizada red burocrática egipcia, añadiéndole ciertas mejoras (como los censos en nomos y poblaciones) para aumentar la producción, con el fin de maximizar la explotación económica.


Las batallas de egipto




Batalla de Qadesh (1299 a. C.)

Durante la segunda mitad del siglo XIV a. C., los hititas mantuvieron continuos conflictos con Egipto. Estos dos grandes poderes lucharon para controlar Siria hasta la batalla de Qadesh (1299) entre el rey hitita Muwatalli (que reinó hacia 1315-1296 a. C.) y el faraón egipcio Ramsés II. Aunque Ramsés obtuvo una gran victoria, los hititas continuaron manteniendo sus posesiones en Siria. El rey hitita Hatusili III (que reinó hacia 1289-1265 a. C.) firmó un tratado de paz con Ramsés años después y lo selló dándole a su hija en matrimonio. Posteriormente, las relaciones entre hititas y egipcios siguieron siendo amistosas, hasta que el Imperio hitita cayó poco después del 1200 a. C. en manos de los invasores denominados pueblos del mar.

La Batalla de Qadesh, librada a finales de mayo del año 1274 a. C, fue un combate de infantería y carros en la que se enfrentaron las fuerzas egipcias del faraón Ramsés II y las hititas de Muwatallis. La batalla ocurrió en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh, en lo que hoy es territorio sirio, y, tras haber comenzado con ventaja para sus enemigos, se saldó con un gran éxito egipcio, aunque con numerosas pérdidas. A nivel estratégico supuso un empate técnico con, incluso, notables ventajas geoestratégicas para el bando hitita; puede argumentarse que resultaron ganadores si se tiene en cuenta que la batalla supuso el fin de la campaña de invasión de Ramsés II sobre el Imperio Hitita.

Qadesh tiene la característica de ser la primera batalla documentada en fuentes antiguas, lo que la convierte en objeto de estudio minucioso por parte de todos los aficionados e investigadores de la ciencia militar, analistas, historiadores, egiptólogos y militares de todo el mundo. También es la primera que generó un tratado de paz documentado. Además, Qadesh tiene la importancia adicional de ser la última gran batalla de la historia librada en su totalidad con tecnología de la Edad del Bronce.


El Tratado de Qadesh

El documento que formalizó la tregua entre Egipto y el Imperio Hitita, conocido como Tratado de Qadesh, es el primer texto de la historia que documenta un tratado de paz. Fue copiado en numerosos ejemplares escritos en caldeo babilonio (lengua franca de la diplomacia de la época) sobre preciosas hojas de plata. Varios ejemplares se han encontrado en Hattusas, capital hitita, mientras que otras copias se hallaron en Egipto.

Otros ejemplares escritos sobre materiales más viles, conteniendo el mismo texto, también han llegado hasta nosotros, como por ejemplo el conjunto de tablas de arcilla conservado en el Museo de Arqueología de Estambul, correspondiente a la versión hitita del tratado.